viernes, 20 de noviembre de 2009

A ti no te ha pegado

Estaba sentada en la silla del comedor cuando sentí el sabor dulce en mis labios y un temor tímido que bajaba de mi boca hasta mi ombligo. Pronto me encontraba en Laputa junto a un Maestro, cuyo rostro no recuerdo bien, aunque estoy segura de que su cabello era negro. Ibamos a despegar, mis brazos se convertían en alas y por primera vez en mi vida no tenía miedo a volar, ni a nadar, ni a desprenderme de la superficie de la tierra, sin temor de arrebatarle al polvo mis blancos y perfectos pies. Les susurré en otra lengua que teníamos que partir, pero ellos no hicieron caso. Yo me quedé en el impulso y cuando abrí los ojos, me encontraba cubierta en sudor, con mis mejillas rojas, como cuando tenía 13 años.

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