Fueron tantas semillitas juntas, fue tan bueno el abono, puse tanto empeño en el cuidado, que la planta se convirtió en árbol y ahora me ataca por las noches.
He despertado esta mañana adolorida, consciente de que todo es consecuencia de mi libre albedrío, de mi iracundo sentido del humor.
Los ruidos regresan... sólo puede salvarme mi gato.
Por fortuna es macho.