El asesinato fue en las afueras de la ciudad, su cuerpo y el de otra mujer habían sido encontrados entre matorrales.
La junkie, miembro de la Asociación, me informó que ninguno de los ricos amantes quería pagar los 6 mil doleuros del funeral y entierro.
Por lo tanto, su cuerpo seguía aquí, en casa.
Iba a identificar el cadáver, primero me mostraban las evidencias separadas en bolsas de plástico. Unas cintas de cuero color terracota y unos zapatos.
Puse mis ojos en sus tobillos blancos. Su delgadez estaba cubierta por un vestido viejo y amarillo. Los rizos de su cabecita caían pesados y su cara, en mi contra, veía a la pared.
Es ella.
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