Vencidos tomamos café de olla en la bruma de la Huasteca.
Es urgente, chillaba el más joven. Es imposible, sentenció el más viejo.
Volteamos hacia Xipehualiztli y nos hicimos uno en su silencio.
Sólo entonces pude comprender que el águila está posada en mi pecho y se alimenta, eterna, de mi corazón; mi corazón que palpita, mi corazón que sangra.
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