No van a llegar.
No debo volver.
No pienso quedarme.
El sol, la sal y el limón.
Quemar y me.
La piel roja se vuelve canela. Nuestro mar. Nuestra tierra.
¿No la oyes? La escucho tan clarito, como Juan Preciado a Dorotea, como los ojos que rasgan el aire azul y su veneno. ¿No te sabe en la lengua? ¿No te toca en las noches?
Camino entre las calles de Xilitla, yo muerta.
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