Desde entonces entendí que es mejor vivirte en la miseria,
en eso radica el duende de tu escuela.
Tú. Siempre maquillada; seductora e inerte.
Empecé con tu lengua en Cuauhtémoc,
una tarde lluviosa, de smog y acero.
Poco después te pusiste de moda, ganaste peso y me empezaste a caer gorda.
Las voces decían: "común y ofrecida, una puta cara..."
Pero algo tengo yo contigo... aunque no se lo diga a nadie y me lo esconda entre las bragas de encaje. Algo que he de descubrir entre la hendidura de tus calles.
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